El Salvador es el más pequeño de los siete países centroamericanos. Está ubicado entre Guatemala y Honduras, tiene muchos volcanes y lagos, y cuenta con famosas playas para surfear. El país no cuenta con recursos naturales y su principal industria es la agricultura, como la caña de azúcar y el café, pero no puede abastecerse de alimentos como cereales y depende de las importaciones. Ha perdido en gran medida sus bosques naturales y el 80% de sus árboles han sido plantados. Muchos salvadoreños emigran a Estados Unidos para trabajar y mantener a sus familias enviando remesas. El país se considera relativamente proestadounidense, ya que se enseña bastante inglés y el dólar estadounidense se utiliza casi en todas partes, pero también puede decirse que tiene una debilidad que le obliga a depender de grandes potencias. El Salvador vivió una guerra civil entre 1980 y 1992, y también se vio afectado por una serie de catástrofes naturales como el huracán de 1998 y dos grandes terremotos en el 2001. Muchos salvadoreños llegaron a Estados Unidos huyendo de la guerra civil y los desastres naturales, pero muchos eran inmigrantes ilegales y a menudo eran deportados. Algunos de ellos trajeron a su regreso la cultura pandillera de Los Ángeles y formaron grupos de bandas en el país. La guerra entre las dos mayores organizaciones criminales era constante, la seguridad nacional seguía deteriorándose y el país ganó una mala reputación por tener "la tasa de asesinatos más alta del mundo". El joven presidente Nayib Bukele reforzó las medidas de seguridad y redujo significativamente la tasa de asesinatos. Además, como un paso para convertirse en una "nación digital", impulsó una política de crecimiento económico basada en tres pilares: el ecosistema de criptoactivos, la externalización tecnológica y la IA (inteligencia artificial), y adoptó por primera vez en el mundo la moneda virtual Bitcoin como moneda de curso legal en el 2021.

El café ha venido dividiendo en gran medida la luz y la oscuridad del país de El Salvador. Alrededor de la década de 1880, el café sustituyó al índigo como principal cultivo agrícola, pero la Gran Depresión de los años 30 hizo que el precio del café cayera, lo que provocó un estallido de descontento entre los agricultores empobrecidos y un levantamiento campesino a gran escala (La Matanza) en 1932. De 10,000 a 40,000 personas perdieron la vida como resultado de este enfrentamiento. Luego la producción de café cayó, pero a partir de los años 70 los inmigrantes europeos reactivaron la producción de café y se convirtieron en una clase dominante oligárquica conocida como "las Catorce Familias". Obtuvieron una gran riqueza con la producción de café y controlaron la mayor parte de las tierras de cultivo, convirtiendo a los pequeños caficultores de las zonas rurales en obreros. Este descontento desencadenó la Guerra Civil de El Salvador. Esta guerra civil entre izquierdistas —principalmente clérigos que clamaban la liberación de los campesinos— y derechistas financiados por "las Catorce Familias" duró más de una década, hasta que la ONU logró un acuerdo de paz en 1992. Con las profundas cicatrices que dejo la guerra civil y el azote de las catástrofes naturales, la producción de café en El Salvador sigue disminuyendo. Un informe de World Coffee Research publicado en el 2019 identificó a El Salvador como uno de los países productores que podría seguir disminuyendo y desaparecer. Sin embargo, el café salvadoreño tiene un atractivo insustituible y único. Como la guerra civil cerró una vez el país, quedaron muchas variedades puras como la Borbón, y la variedad Pacamara —un cruce entre Pacas y Maragogipe creada por el Instituto Salvadoreño de Investigaciones del Café (ISIC)— tiene un gran sabor y textura. La naturaleza de El Salvador, que en su día ostentó el cuarto lugar de producción de café en el mundo, y el esfuerzo y perseverancia de la gente de un país que alguna vez fue llamado el "Japón de Centroamérica", tiene un gran potencial como región productora. Nos asociamos con Alejandro, líder comunitario que trabaja con pequeños caficultores quienes cargan una historia de opresión, para crear una nueva corriente comercial de café en El Salvador. Confiamos totalmente en que esto tendrá un impacto positivo en el futuro de El Salvador.