Una fortaleza capaz de aceptar el destino
Heleanna Georgalis, representante de Moplaco Trading PLC, fue la primera curadora con la que trabajamos en TYPICA. Hace dos años, cuando visitamos Etiopía por primera vez, de todas las empresas con las que contactamos, ella fue la única empresaria que atendió nuestro interés por conocerla. Heleanna nos recibió, a pesar de que en aquel entonces en TYPICA no teníamos ningún logro que mostrarle. Para mí, que era mi primera visita a una zona productora, Heleanna tuvo la consideración de prepararme el chófer desde Etiopía, así como el alojamiento. Pensándolo bien ahora, probablemente su gran experiencia vital, fue la que le hizo brindarme tan cuidada atención.
Moplaco Trading PLC es una de las empresas exportadoras de café más antiguas de Etiopía. Los lazos de amistad de Moplaco con Japón se remontan a la época de la gestión empresarial del padre de Heleanna, Yannis Georgalis, tanto su padre, como ella habían visitado Japón en numerosas ocasiones.
Este año visité de nuevo las oficinas de Moplaco en la capital del país, Adís Abeba. Y antes de catar el café, hablamos brevemente en una cafetería cercana. Recuerdo que era un domingo, y que al lado de Heleanna estaba sentada su hija comiéndose un sándwich. En ese apacible entorno, Heleanna me relató de forma distendida sobre su historia.
Un legado de su abuelo a su padre
Moplaco Trading PLC fue fundada por mi abuelo en la ciudad de Dire Dawa en Harar en el año 1971. Mi abuelo, que era de origen griego, trabajaba como proveedor de café. Él se llamaba Michel Papaphilippou. Así que decidió nombrar a su empresa MPC, tomando las iniciales de su nombre. Cuando mi padre tomó las riendas de la empresa, como le gustaban, dejó el nombre de la empresa y el logo tal y como estaban, pero decidió cambiar la lectura de las siglas a Mocca Plantation Company. El logo podría recordar al de la marca automotriz Mercedes-Benz, pero lo cierto es que es el símbolo del emperador de Etiopía.
Mi padre decidió que la empresa dejaría de ser proveedora como en tiempos de mi abuelo, y que evolucionaría a ser una empresa exportadora. El primer cliente de mi padre fue una empresa comercial japonesa. Recuerdo que me contaba que cuando viajó a Japón, llevando sus muestras para las posibles reuniones de negocios, el coste de vida de Japón era extremadamente caro, por lo que únicamente pudo reservar una habitación diminuta y que estuvo comiendo solo arroz durante todo su viaje. Pese a todo esto, sin temor alguno a las adversidades, mi padre logró cerrar transacciones comerciales por un total de 3000 toneladas de café comercial. Mi padre confiaba en los japoneses por su integridad a la hora de trabajar. Según él, los estadounidenses o los europeos a veces actuaban con arrogancia, mientras que los japoneses nunca mienten y cumplen sus promesas. No exagero en afirmar que la relación con Japón fue la que hizo que Moplaco creciera en su etapa inicial.
Pero, tras haber tomado mi padre las riendas de la empresa no todo se desarrolló sin complicaciones. En el año 1976, Harar fue tomada por los comunistas, a causa de la cual mi padre perdió su cafetal de 1000 hectáreas. Esto le hizo tener que empezar de nuevo desde cero.
La desolación en la que quedó sumido Yannis por haber sido afectado por una fuerza de causa mayor como dichos acontecimientos políticos fue inmensurable. Eventos que también cambiaron drásticamente la vida de su joven hija Heleanna.
Los cruces del destino
Yo nací en Dire Dawa en el año 1972. La ciudad de Dire Dawa, origen de Moplaco, era una hermosa urbe, en la que había comunidades de italianos, franceses y griegos. Al empezar la invasión de los comunistas, mi padre se quedó en Dire Dawa, para hacerse cargo de su empresa. Mientras tanto, a mí, que era una niña, me enviaron a Grecia para que pudiera recibir una educación adecuada. Desde entonces, solo pude ver a mis padres unas dos veces al año. Al vivir sola, alejada de mis padres, desarrollé cierta independencia. Por la resignación, llegué a la conclusión de que “Si a uno no le pasan cosas malas, tampoco le pasarán cosas buenas. Si no pasan cosas buenas, tampoco pasan cosas malas”. De los 6 a los 17 años me crie en Grecia, más tarde viví en Londres (Reino Unido), Francia y España. En España obtuve un máster en administración de empresas (MBA, por sus siglas en inglés) y trabajé en una empresa farmacéutica.
Recibí la noticia del fallecimiento de mi padre. Murió por un ataque cardíaco mientras escalaba las Montañas Bale junto con un cliente. La última vez que yo había visto a mi padre fue la Navidad del año antes, apenas falleció a finales del mes de enero siguiente. Mi padre sufría de grandes niveles de estrés por las fluctuaciones en el precio del mercado internacional del café, creo que esa fue la causa de su muerte. Como fue una muerte repentina, a mí no me quedó otra que tomar las riendas de la empresa. Del trabajo de mi padre dependían las vidas de muchas personas, por lo que bajo ningún concepto podía rendirme a la mitad. Pero como yo había presenciado con mis propios ojos las dificultades experimentadas por mi padre, hasta entonces, no había mostrado ningún interés por dedicarme a la industria del café en Etiopía.
Aspectos que han cambiado y aspectos inalterados
Heleanna cuando era niña presenció como su padre Yannis, a pesar de su ferviente pasión por el café, se vio afectado por la situación política y económica de un país tan complicado como Etiopía. Aun así, Heleanna decidió continuar con la empresa de su padre. Frente a esa situación, despertó en Heleanna la estampa de resignación de cuando era niña. Si a uno no le pasan cosas malas, tampoco le pasarán cosas buenas.
Lo más difícil cuando tomé las riendas de la empresa, fue el personal humano. En aquel entonces todos los empleados tenían un fuerte apego y admiración por mi padre, pero no fueron pocos los empleados que no congeniaban conmigo. Y a esto hay que añadir que contratar nuevo personal con altas capacidades es una tarea titánica en Etiopía. Actualmente, también sigo experimentando dificultades en el aspecto de los recursos humanos.
En los países desarrollados como Japón, son muchas las personas con una determinada formación académica, sin embargo, esto no ocurre en países como Etiopía. Aquí es difícil incluso encontrar a personal capaz de buscar en Google.
Uno de los cambios en Moplaco desde que yo tomé las riendas de la empresa, es que ahora nos encargamos de todos los procesos: producción, procesado y venta minorista. Ahora mismo poseemos un cafetal en Sheka, dos cafetales en Yirgachefe y una planta procesadora en Sidamo. Además, también operamos una cafetería al lado de nuestra oficina, llamada Galani Coffee. Aunque operar la cafetería ha sido una consecución de ensayo y error, hoy día tenemos la suerte de contar con excelentes clientes locales. Nuestro helado es muy popular entre los niños. Es realmente duro organizar todos estos procesos, porque entre otros se requiere de un inmenso capital económico, pero sin duda es necesario para asegurar la calidad del café. Además de esto, implementé en todos los lugares de trabajo medidas de clasificación, orden y limpieza. Este es una aspecto que también ha cambiado respecto a la gestión en tiempos de mi padre.
Lo cierto es que nos impresionó la limpieza de la planta de procesado y la oficina de Moplaco, que estaban impolutas hasta el último rincón. En esto se siente la meticulosa atención al detalle femenina de Heleanna.
En la cafetería Galani Coffee, su diestro barista, nos preparó un café de filtro limpio y un café expresso con los granos de Moplaco. Este espacio, con elegante decoración interior, en el que familias y personas de negocio deleitan cafés y postres, hace que uno se olvide de que está en Etiopía.
Un aspecto que parece inalterable desde la época de gestión de mi padre es nuestra determinación por producir un café delicioso. Mi padre fue la primera persona en exportar desde Etiopía, el producto conocido como café G1 secado al sol. En aquel entonces, el café secado al sol (natural) no era valorado, fue gracias a la recomendación de un cliente japonés que mi padre comenzó a producirlo. Tras haber implementado diferentes mejoras, finalmente mi padre logró exportar un contenedor de café G1 secado al sol. El valor de un solo contenedor era equivalente a 10 contenedores de café G4. En este sentido, yo he recogido el testigo de tener pasión por crear nuevos valores.
“Lo logré”
No es fácil trabajar en la industria del café en Etiopía. Etiopía es una excelente zona productora de café, en la que se puede cultivar café de calidad espectacular de forma natural, por lo que nuestro mercado está inundado de café bueno. Es por esto que es extremadamente difícil diferenciarse de los competidores.
Gracias a que llevo 14 años dedicándome a este trabajo, mi experiencia se ha transformado en confianza, así como ahora ya soy capaz de predecir casi todas las dificultades que se nos presentarán. A lo largo de la historia, la humanidad ha sobrevivido a cualquier situación de adversidad que se le ha presentado. La mayoría de las situaciones pueden resolverse.
Si pudiera comunicarle hoy día algo a mi padre, le diría que “Lo logré”. Mi padre solía decir que “Es muy fácil comenzar una empresa, lo difícil es continuar con ella”. Ahora me gustaría decirle que sí, que yo lo he logrado.
En Heleanna, a la par que siento toda la pureza y fuerzas que dedica al café, también percibo cierta resignación. Heleanna tiene un fuerte espíritu, por el que no se ha dejado llevar por el destino, sino que comprendiendo toda su situación, ha sido capaz de aceptarlo. ¿Cómo trabajaremos juntos entre TYPICA y Moplaco? ¿Quién legará el destino de Heleanna? Deseo madurar esta relación cordial con Heleanna a lo largo de los años y presenciar juntos ese futuro.