Acacia Hills Filbert Mmari

Filbert Mmari

Acacia Hills Coffee Estate

"Todos somos seres humanos" Construyendo un mundo pacífico a través del café

Acacia Hills está construyendo un molino seco en el distrito de Karatu, en el norte de Tanzania. Una vez que concluya, será una buena noticia para los pequeños productores de las zonas vecinas. Ya que además de poder reducir considerablemente el tiempo y costo de transportación del pergamino hasta el molino, se puede prevenir el deterioro de la calidad, y gracias a eso, tener un aumento de los ingresos. Por su puesto que, esto propiciará un aumento en el valor de Acacia Hills y, por ende, del café de Tanzania.

El candidato a gerente de este gran proyecto es Filbert Mumari, quien está certificado como Q Grader. Después de trabajar en una exportadora de café (Mawenzi coffee/Tutunze Kahawa Ltd) durante 4-5 años, trabajó en Rafiki Mill, una subsidiaria de Volcafe, donde durante 8 años, estuvo a cargo de construir relaciones con los productores y del control de calidad. Esa experiencia y habilidades le fueron reconocidas y a partir de 2022, Filbert se convirtió en miembro de Acacia Hills, en donde busca un mundo ideal a través del café.

Un encuentro inevitable

En enero de 2022, Filbert dejó Rafiki Mill después ocho años de trabajo, se convirtió en autónomo, y estaba pensando en cuál sería su siguiente paso mientras tomaba un descanso para su mente y cuerpo.

Generalmente, cuando renuncias a una empresa, también pierdes la relación que tenías con los clientes y socios comerciales. Sin embargo, los productores de café con quienes había estado involucrado hasta entonces no veían a Filbert como “un empleado de Rafiki Mill”. Varios de ellos siguieron buscando a Filbert, “¿Por qué dejaste Rafiki? “Yo te necesito a ti”, “Quiero que vengas a la finca y me sigas dando consultoría”.

Para atender esas solicitudes, Filbert los visitó de forma gratuita, escuchándolos y enviándoles consejos.

Un día, el gerente de control de calidad de Acacia Hills, Jobin, le dijo: “El propietario, León, está buscando a alguien como tú. Si te interesa, envíame tu currículum”.

A partir de ahí las cosas pasaron muy rápido. Le envió su currículum a León esa tarde y al día siguiente recibió un correo electrónico diciendo. “Filbert, te necesito. ¿Puedes venir hasta acá?”.

Para León, que buscaba a alguien que pudiera hacerse cargo del proyecto del molino seco, Filbert era la persona adecuada ya que estaba familiarizado con el método de procesamiento y conocía la situación de los productores. Por otro lado, Para Filbert también era una gran oportunidad. “Es una muy buena idea, así que definitivamente quiero lograr que sea un éxito”, dijo Filbert, quien pudo imaginar las caras felices de los productores.

“Hasta entonces, había estado escuchado las quejas de los productores. Para el procesamiento del café, tenían que conducir alrededor de 16 horas para transportar el pergamino desde Karatu y Acacia donde se encuentra la finca, hasta Moshi. Había un molino seco cerca, pero esa era la mejor solución para dar prioridad a la calidad. Si Karatu tuviera un molino, se ahorrarían una cantidad considerable de tiempo y se evitaría el deterioro de la calidad. Por su puesto, eso también los llevaría a aumentar sus ingresos”.

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Otras personas evalúan mi trabajo

Cuando trabajaba en Rafiki Mill, los importadores extranjeros que visitaban el molino y los dueños de las fincas de café en Karatu, a menudo estrechaban la mano de Filbert, y lo felicitaban diciendo: “Hiciste un buen trabajo”. Desde el momento en que el camión con el pergamino llegaba al molino hasta que terminaba el procesamiento, analizaba la calidad de las muestras de granos verdes y enviaba los resultados a los productores por correo electrónico o WhatsApp. Ese trabajo establecido fue la fuente de una calidad estable.

“Si detectaba una falla o un problema de sabor en la cata, les informaba a los productores y les enviaba consejos en los idiomas locales chaga y swahili. Estaban muy contentos porque no ocultaba nada y en todo había apertura. Creo que una de las razones por las que pude construir una buena relación con ellos fue que me comunicaba con ellos no solo durante el trabajo sino también en mi tiempo libre”.

Los pequeños productores también llegan a vender granos verdes directamente a las grandes comercializadoras. En esos casos, tienen que firmar un contrato, sin embargo, ellos no saben mucho de esos temas, y algunos compradores intentan aprovechar esa debilidad y hacerlos firmar contratos desfavorables para ellos.

Ahí es donde Filbert decía: “Déjamelo a mí. Dame dos días”. Primero les explicaba a los productores las condiciones del contrato de venta de una manera fácil de entender. Una vez que estaban de acuerdo con los términos del contrato, Filbert iba al siguiente paso. Escaneaba los documentos recibidos por parte de la Junta Cafetera de Tanzania (TCB), es decir la licencia de exportación, y los compartía con la empresa exportadora y el comprador. A los productores les proporcionaba copias de los documentos y les daba la indicación de conservarlos. Filbert, quien en su representación se encargaba de esos procedimientos complicados, seguramente era un fuerte aliado para los pequeños productores.

Filbert tiene un recuerdo inolvidable. Fue en 2011, cuando tenía 31 años, y trabajaba en Ecom Trading, una subsidiaria de Tutunze Kahawa. Cuando le pidieron hacer un viaje de negocios de tres meses a Ruvuma, en el sur, la empresa le pagó 5,000 chelines para cada comida. Sin embargo, aun cuando comas fuera, el costo por cada comida es de 1,500 chelines como máximo. Era un beneficio por parte de empresa para que “pudiera usar el excedente en lo que quisiera”.

Filbert no pudo ocultar su sorpresa cuando visitó la plantación de café de Ruvuma. Ya había escuchado que  de que dentro de Tanzania había una gran disparidad económica entre la parte norte de Tanzania, que estaba bendecida con recursos turísticos, y la parte sur, que no lo estaba. Sin embargo, la situación de pobreza que vio con sus propios ojos era más grave de lo que había imaginado.

Una familia campesina, se arrodilló para recibir a Filbert, como si se estuvieran dirigiendo con una persona de alto rango. No sabía por qué hacían eso, o cómo comportarse. Confundido, pero consciente de que era “una persona de dinero”, Filbert comenzó a repartir dinero a los niños pequeños. Al ver eso, las madres de esos niños le regalaron un baile tradicional para expresar su gratitud.

Al escuchar eso, pareciera que Filbert es un hombre con espíritu filantrópico. Sin embargo, al mismo Filbert eso no le interesa.

“No puedo explicarlo porque yo mismo no lo sé. Me gustaría que tu transmitas lo que hayas sentido. Yo soy Cristian. Creo que hacer buenas obras es lo más valioso de la vida”.

El café me enseñó a vivir

Nacido y criado en Moshi, al norte de Tanzania, Filbert perdió a su madre cuando estaba en sexto grado. Su padre estaba fuera de casa trabajando en Dar es Salaam, por lo que él comenzó a vivir con sus abuelos. Después de completar el Form 4 (escuela secundaria) apoyándose de las clases en la iglesia local, en 2003 comenzó a asistir a una escuela vocacional relacionada con la electrónica, y en 2007 ingresó a la Escuela de Capacitación de Maestros de Tanzania Grado A. 

Después de eso, Filbert se mudó con su padre, que manejaba un bar, y le dieron trabajo como cajero. Sin embargo, Filbert que se había convertido en un cristiano devoto gracias a la influencia de sus abuelos, estaba renuente a trabajar en un bar que servía alcohol.

Después de regresar a Moshi para encontrar su propio camino, Filbert conoció el mundo del café gracias a su tío, que trabajaba como encargado de control de calidad en la Junta Cafetera de Tanzania (TCB). “Yo ya me voy a jubilar ahora. Si tú quieres, te puedes hacer cargo del trabajo”. Así consiguió un trabajo en TCB como empleado administrativo, control de calidad y marketing. Era el año 2008.

Filbert era practicante y tenía alrededor de nueve compañeros, sin embargo, algunos desistieron y abandonaron TCB porque “su sueldo no era acorde al trabajo que realizaban”. Algunos se burlaron de Filbert por elegir quedarse a pesar de que tenía que pasar dificultades para llegar a fin de mes. “Estás perdiendo el tiempo”, le decían.

La persona que allanó el camino para Filbert fue Cristiani, el presidente de Mawenzi Coffee, una empresa exportadora. Después de aprender las habilidades de cata en un programa dirigido por la SCAA (Asociación de Cafés Especiales de América) en Nairobi, Kenia,  Filbert fue nombrado Catador Estrella (con la misión de distribuir un mejor café a un precio más alto) y recibió una oferta de trabajo por parte de Cristiani.

“Después de estar más de 10 años en la industria del café, siento que este mundo está hecho para mí. Puedo conocer personas de todo el mundo que tienen diferentes culturas, religiones, formas de pensar y opiniones, ampliar mis horizontes y profundizar mi manera de pensar. Aunque el tiempo para hablar con cada persona es limitado, mi motivación era entender los antecedentes, la cultura y la manera de pensar de cada persona.

“Soy cristiano, pero bebo alcohol de manera casual. Algunos pastores le dicen a la gente que si beben alcohol irán al infierno, pero eso es una tontería. No tiene sentido ser cristiano a menos que vivas tu vida de una manera que haga felices a otras personas. En primer lugar, no importa qué religión profeses en la vida. Todos somos seres humanos. Aunque tu seas musulmán o budista, podemos disfrutar del café juntos. Para mí, el café me ha enseñado cómo vivir.

Detrás de esos valores está la imagen que vio cuando era adolescente y vivía con sus abuelos. En una pequeña granja en el Kilimanjaro, sus abuelos tenían una gran variedad de cultivos, entre ellos el café, plátanos, maíz y mangos. Después de terminar el trabajo en la finca, alrededor de las 2 de la tarde, sus abuelos invitaban a los vecinos a su casa y organizaban una carne asada. Esa imagen de todos los adultos tos sentados en un círculo y departiendo quedó grabada en el corazón de Filbert como un símbolo de felicidad.

“Mi abuelo desempeñó el papel de mediador para la resolución de problemas y disputas entre los aldeanos. Cuando se resolvían las diferencias entre las dos partes, brindaban con un vaso de cerveza, y todos bailaban y cantaban. Creo que era la sabiduría de dejar ir las cosas que no les gustaban y empezar de nuevo”.

Para Filbert, quien ha anhelado un mundo pacífico tanto subconsciente como inconscientemente, el café es una herramienta perfecta para ejemplificar sus ideales.

“Quiero mantener la relación con los productores con los que me hice cercano en mi trabajo anterior, y a través del proyecto del molino seco, construir buenas relaciones con muchos otros pequeños productores a los que aún no conozco. Filbert de 2022 es diferente a Filbert de 2012, pero todavía hay muchas cosas que me faltan. Si Dios me da vida hasta 2026, creo que Filbert de ese entonces será una persona muy diferente a la de hoy”.

Texto: Tatsuya Nakamichi