Journal

#4

El Salvador, un país de personas trabajadoras que ha pasado de la terrorífica guerra civil a la paz ejemplar

El Salvador, un país con una población de cerca de 6,5 millones de habitantes, número superior a la de países centroamericanos como Costa Rica, a pesar de tener una superficie que no llega ni a la mitad. El Salvador es el país más densamente poblado de la región centroamericana. Las limitaciones en la extensión de su terreno han concentrado a la población, que mediante la sana competencia, ha desarrollado una personalidad honesta y trabajadora. En las sociedades de América Latina abundan las personas alegres y despreocupadas, sin embargo, en el caso de los salvadoreños sorprende que ellos siempre cumplen sus promesas con calma. Estos granos de café son también una perfecta expresión de la personalidad de su población. Los salvadoreños gozan de una personalidad tan seria, que la guerra también la llevaron al máximo extremo. Durante la guerra civil que se prolongó hasta el año 1992, en la que una guerrilla de izquierdas se rebeló contra el entonces gobierno de derechas, se asesinaba indiscriminadamente por el simple hecho de ser considerado como enemigo. En Nicaragua, el país vecino que sufrió su guerra civil a la misma par, la guerrilla sandinista fue benévola con los soldados enemigos, sin embargo, en el caso de El Salvador, la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) actuó de la forma más cruel, torturaba a los soldados capturados hasta matarlos. Pese al nombre dado por los españoles al país, El Salvador, no se salvó de la atroz guerra civil. Hoy día, cuando finalmente ha recuperado la paz, mientras que el trauma de la memoria del terror sigue vigente, el país avanza hacia su recuperación a plena velocidad mediante la perseverancia propia de los salvadoreños.

La guerra civil del terror

En el periodo entre el año 1985 y el año 1990, cuando la guerra civil de El Salvador estaba en sus momentos más tensos, visité el país en una frecuencia de cada dos meses. En el mero trayecto de 30 minutos desde el entonces Aeropuerto Internacional Cuscatlán hasta el centro de San Salvador uno se jugaba la vida. Incluso en ese recorrido de carretera se alternaba la presencia de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y de la guerrilla del FMLN. Los taxistas, antes de partir, avisaban de que “Baje la cabeza debajo de la ventanilla, manténgase agachado hasta que lleguemos”. Y protegían las ventanillas de los taxis con cinta adhesiva para que los cristales no salieran volando en caso de ser alcanzados por algún disparo.

En el centro de San Salvador, patrullas formadas por una veintena de soldados completamente armados vigilaban la ciudad manteniendo el contacto entre ellos con equipos de comunicación inalámbrica. La plataforma de carga de las camionetas militares en patrulla iban cargadas de soldados armados quienes apuntaban con sus rifles automáticos a la población civil. Los vehículos policiales también recorrían la ciudad en grupos de dos, con los rifles automáticos colocados en posición sobre las ventanillas. En el cielo, el estruendoso ruido de las hélices advertía del vuelo de helicópteros militares de camuflaje. El taxista con resignación me contó que “Esto es lo que vivimos en nuestro día a día”.

En los periódicos, a diario, se publicaban fotografías de cadáveres abandonados a su suerte por las calles. Algunos de esos cadáveres presentaban cicatrices, que eran un claro signo de que habían sido torturados de forma horrible, destrozándoles la cara a cuchillazos. Esto era obra de los escuadrones de la muerte, grupos paramilitares de extrema derecha. Antes de visitar el frente de batalla, visité el Ministerio de La Defensa Nacional, en donde el teniente coronel de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) me contó sobre la situación. A mi pregunta de cuáles eran las zonas de mayor conflicto, el teniente coronel me señaló puntos repartidos por todo el mapa que ocupaba su pared. Casi todo El Salvador estaba sufriendo la cruenta guerra. Y al preguntarle que cuáles eran las principales franjas horarias del conflicto, me respondió tajante “Las 24 horas”. Tras haberme redactado una carta de presentación dirigida al comandante de la armada en el sector oriental del país, me dijo con una sonrisa “Ve con cuidado. Si ninguno de los dos morimos, nos veremos de nuevo”. Tres meses después, la fotografía del teniente coronel apareció en los periódicos. Había sido asesinado, la fotografía era de su cadáver.

Pero, por cierto, a pesar de la brutal situación de la guerra, en el centro de San Salvador seguían operando centros comerciales, en los que se vendían electrodomésticos japoneses. También los mercados locales estaban plenamente abastecidos de comida como verduras y frutas. En comparación con Nicaragua, que se encontraba en una misma guerra civil, El Salvador contaba con una riqueza en recursos. Por parte de Estados Unidos, el mayor apoyo del gobierno de El Salvador, se proveían todos los suministros necesarios. Las salvadoreñas ataviadas con elegantes vestidos hacían sus compras en un ambiente agradable, como si estuvieran en Nueva York. En la lejanía se escuchaba el ruido de explosiones, pero, parecía que las salvadoreñas estuvieran más que acostumbradas. De lo contrario, sería imposible que vivieran su día a día.

Photo: Las Comitas. Armée salvadorienne. / ICRC

La guerra del café

¿Por qué El Salvador se convirtió en una sociedad tan terrible? Este devenir se entiende cuando nos remontamos a la historia del café en el país. Tras la independencia de España, las familias que dominaron la política salvadoreña fueron solo unas pocas familias poderosas y acaudaladas terratenientes como la familia Regalado y la familia del Sol. Estas familias eran parte de la oligarquía conocida como “las catorce familias”, las cuales ostentaron un dominio total de la política y la economía del país. Y aunque contando las diferentes escisiones de estas familias se llegan a contar hasta 250 familias poderosas, lo cierto es que un selecto grupo de poderosos dominó a la gran mayoría de la población de pobres del país.

Son pocas las sociedades en el mundo en las que existe una brecha tan radical entre pobres y ricos como en El Salvador. En este país centroamericano, uno se encuentra lujosas mansiones valladas con concertinas de seguridad, y su perímetro protegido por vigilantes de seguridad armados con rifles automáticos. Mientras que detrás de estas mansiones se extienden suburbios en los que se hacinan las diminutas viviendas de la población en pobreza extrema. Uno queda abrumado al ser testigo de las inmensas diferencias entre ciudadanos de un mismo país. La enorme riqueza de las catorce familias provenía del café.

A finales del siglo XIX, estas catorce familias arrebataron las tierras comunales a la población indígena. Los poderosos promulgaron una ley que instruía trabajo forzoso en los cafetales a los campesinos a los que se arrebató la tierra. La población indígena, que ya no era capaz de aguantar más el yugo de esta opresión, se levantó en rebelión. En respuesta, el gobierno usó a la guardia nacional para su represión. Las fuerzas militares no fueron utilizadas solo para combatir contra otros países, sino también como herramienta para controlar a la población salvadoreña. Bajo la amenaza de las armas de fuego, El Salvador se convirtió en un país en el que el 2 % de la población controlaba el 60 % del territorio nacional.

La Fuerza Armada de El Salvador (FAES) siguió aumentando su poder, hasta que en el año 1931 surgió una dictadura militar. Un año más tarde, los aldeanos se sublevaron con el uso de azadas y machetes, a lo que el gobierno respondió emitiendo una orden para masacrar a todos los sublevados. El total de indígenas asesinados en este periodo supera las treinta mil personas. Desde ese año, el régimen dictatorial militar continuó en el poder por más de cincuenta años. La política del terror ejercida por el ejército y la élite rica y poderosa del país dominó a los salvadoreños.

Los ricos liderados por las catorce familias, obligaban a trabajar a los campesinos pobres en sus cafetales a cambio de un salario miserable, bajo el uso de la fuerza militar, quedándose ellos con todos los beneficios generados. Frente al uso de las armas, a los campesinos no les quedó otra opción que trabajar resignados. Era posible producir un café de buena calidad siempre que la responsable población salvadoreña trabajara sin rechistar. En la década de 1970, a pesar de El Salvador ser un pequeño país, se convirtió en el tercer mayor país productor de café en el mundo, y actualmente produce una cantidad de café que dobla a la de aquel entonces. Este país se ha consolidado con una firme posición en el mercado internacional de café.

Sin embargo, la paciencia de los salvadoreños oprimidos llegó a su límite. El asesinato en el año 1980 por parte de los escuadrones de la muerte del arzobispo salvadoreño Óscar Romero, conocido por defender la opción preferencial por los pobres, provocó la revuelta armada de la guerrilla de izquierdas denominada como Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Este fue el detonante de la guerra civil.

El primer lugar objeto de la ofensiva violenta de la guerrilla del FMLN fue la zona cafetera de la segunda mayor ciudad de El Salvador, la ciudad de Santa Ana. Bloquearon los envíos de café, lo que supuso un gran impacto en la economía, y dirigió a la pérdida de la confianza internacional del gobierno. En esta ciudad, las tropas defensivas de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) también se rebelaron, asesinaron a los comandantes, y todos los miembros de la tropa se unieron a la guerrilla del FMLN. Al inicio de la guerra civil, la guerrilla del FMLN estaba en posición predominante, tanto que fue considerada como una revolución. Sin embargo, por el apoyo de los Estados Unidos a la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), ambos bandos combatieron de forma muy reñida, resultando en una lucha contra sangre y carne.

En mi visita a El Salvador en 1984, se encontraba en medio de la guerra del café. La guerrilla del FMLN atacó la mayor fábrica de café de todo El Salvador, quemando más de tres mil sacos de café listos para la exportación. Asimismo, también atacó los camiones que transportaban los granos de café. Solo los daños en café se valoraron en más de 20 millones de dólares estadounidenses. Fue un daño económico tan grande que el gobierno temía que provocara un colapso de la economía nacional. El café era una industria así de importante.

Photo: Suchitoto. Slogan sur un mur. / ICRC
Spacer

El fin de la guerra civil y un acuerdo de paz ejemplar

La guerra civil de El Salvador finalizó en 1992. El gobierno de El Salvador y la guerrilla del FMLN, con la intermediación de Costa Rica y las Naciones Unidas, firmaron un acuerdo de paz. Ambos bandos ya estaban agotados tras esta guerra que duró más de una década. El fallecimiento por enfermedad de Roberto d’Aubuisson, comandante tercero del grupo paramilitar de extrema derecha, los escuadrones de la muerte, también jugó un papel determinante. En el transcurso de la guerra fallecieron más de setenta y cinco mil personas, y hubo más de un millón de exiliados.

Por esto cabe destacar que la transición a la paz fluyera sin problemas. Lo habitual en países en los que la población estuvo dividida matándose unos a otros, es que la confrontación también continuara tras la firma de un acuerdo de paz. Pero, en El Salvador la calma regresó de forma muy natural. En este sentido, también se muestra la tranquila personalidad salvadoreña.

La guerrilla de izquierdas se convirtió en un partido político con el mismo nombre, Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Salvador Sánchez Cerén, excomandantes de la guerrilla del FMLN llegó a ser elegido como diputado a la edad de los 57 años. Salvador fue un maestro de escuela primaria, que se convirtió en guerrillero tras haber sido elegido representante del sindicato de profesores de su localidad, y que llegó a ser uno de los cinco comandantes de la guerrilla del FMLN, en la que combatió durante más de 12 años en las montañas del país. En las elecciones del año 2000 fue elegido como diputado. Años más tarde, en el año 2014, a la edad de los 69 años fue elegido como presidente de la República de El Salvador, cargo que desempeñó hasta el año 2019.

También hubo muchos guerrilleros del FMLN que abogaban por no abandonar las armas y luchar hasta el final. Sin embargo, la mayoría de la población salvadoreña buscaba la paz. La opinión mayoritaria fue la de dejar atrás todos los rencores del pasado para construir un nuevo país. Se desmovilizó a los antiguos cuerpos de seguridad y se creó la Policía Nacional Civil de El Salvador, algunos soldados de la guerrilla del FMLN también se convirtieron en policías. La Fuerza Armada de El Salvador (FAES) se redujo paulatinamente a lo largo de un periodo de ocho meses, hasta que se equilibró con las fuerzas de la guerrilla del FMLN. “Nuestro proceso de paz fue un proceso ejemplar. Es nuestro mayor éxito”, contaba Salvador Sánchez con orgullo.

Tras esto, también avanzó la democratización del país. En el año 2009, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ganó las elecciones, y se alzó con el poder gubernamental. La guerrilla del FMLN no fue capaz de ganar la guerra, pero sí que logró su objetivo a través de las elecciones. En el año 2019, Nayib Bukele, anteriormente parte del partido político Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se postuló en las elecciones presidenciales con la bandera del partido de centroderecha Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), de las que resultó elegido como el presidente más joven en la historia de El Salvador a sus 38 años de edad. Este joven emprendedor, fue anteriormente presidente de la distribuidora Yamaha Motor El Salvador, empresa representante en el país de la fabricante de motocicletas japonesa Yamaha Motor. Así como, el primer país que visitó oficialmente como presidente fue Japón.

La producción del café en El Salvador se redujo a causa de la prolongada guerra civil. Aun así, el grueso de la economía agrícola del país depende del café, siendo actualmente más de 25.000 familias las que sustentan sus vidas gracias al café. El gobierno se está esforzando en la exportación del café de especialidad, bajo la idea de devolverle a El Salvador su anterior distinción como “Reino del café”.

Photo: Nayib Bukele

Un trauma que sigue vigente hoy día

Pero lo cierto, es que no todo está yendo bien. Hoy día continúan en proceso los juicios de los casos de violaciones de derechos humanos cometidos durante la guerra civil, y el conflicto grabado en el corazón de los salvadoreños nunca desaparecerá por completo. La economía tampoco se ha recuperado de inmediato, no ha cesado el número de salvadoreños que deciden emigrar a Estados Unidos por motivos económicos.

Poco después de terminar la guerra civil, acompañado de una veintena de japoneses, visitamos El Salvador, donde estuvimos en una de las localidades de las que surgió la guerrilla del FMLN. Justo entonces estaba regresando la población local que se había exiliado por la guerra. Por toda la localidad quedaban marcas de los bombardeos aéreos de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), y en muchos puntos todavía había enterradas minas terrestres.

Había una escuela, en una edificación de unos 7 u 8 bloques de construcción simple de madera y ladrillo. El hecho de que la primera actividad para recuperarse de la guerra fuera la construcción de escuelas muestra sin duda la mentalidad de El Salvador. A estas escuelas no solo atendían niños, sino también adultos que no habían podido recibir educación a causa de la guerra y la pobreza. En el Centro de Rehabilitación, las personas que perdieron sus extremidades a causa de los bombardeos y las minas terrestres entrenaban en la fase de recuperación funcional. Allí conocí a Aníbal, un joven soldado de 23 años que formaba parte de la guerrilla del FMLN. De sus 9 hermanos, 3 habían sido asesinados por la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), mientras que 4 formaban parte de la guerrilla del FMLN. “Desde que era niño solo conozco la guerra. No he tenido ningún trabajo de verdad” me contó exhalando un suspiro.

Hablé también con Graciela de García, una monja de 40 años, que brindaba ayuda los campesinos. Ella fue torturada por la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), que le había dejado lesiones. “En el pasado, la población era condenada a la hambruna hasta la muerte o a la masacre, las personas no alcanzaban la paz interior hasta que no eran enterrados en sus tumbas. Ahora la población está beneficiándose de la paz. Me gustaría explorar los métodos para sacar a la gente de la pobreza”, me relató efusivamente. Uno de los planes de Graciela era la producción de café. La localidad contaba con suficiente mano de obra, por lo que su plan era cultivar café en un futuro para exportarlo, para lo que estaba buscando alguna organización que se hiciera cargo del proyecto. Me encantaría poder apoyar actividades como esta.

Photo: Près de Perquin. Bombe non explosée. / ICRC

En la noche se nos ofreció un acto de bienvenida en un humilde e improvisado salón de actos, construido con una simple estructura cuadrada con finos pilares de madera, y cubierta con un techo de hojalata. Los jóvenes cantan mientras tocan la guitarra. La población local representó una pequeña obra teatral. En la casa de una familia campesina, conformada por un padre y su hijo, irrumpen dos soldados de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), y matan al padre por ser guerrillero del FMLN. El hijo, que sobrevivió al ataque de la FAES, se dedica en cuerpo y alma al estudio de forma autodidacta, hasta que de adulto llega a ser juez. Ya como juez se le presenta la oportunidad de juzgar a esos mismos dos soldados, a los que les revela que él era el niño de ese campesino que mataron en el pasado, ese niño ya adulto convertido en juez les entrega una sentencia conforme con la ley. Esta obra teatral pretende enseñar a la población local que en un estado de derecho, la venganza no se ejerce mediante la violencia, sino mediante la administración de la justicia.

El exterior del salón de actos estaba vigilado por soldados y policías armados con rifles automáticos. Esta seguridad se debía a que tras finalizar la guerra era frecuente que los soldados de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) que habían perdido su empleo, atacaran al pueblo para robarles. Y de repente, se apagó la luz del salón de actos. Estaba todo completamente a oscuras. En ese instante, yo sin ni siquiera pensarlo me eché al suelo. Durante la guerra civil, la primera acción que tomaba la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) al atacar algún edificio era cortar la electricidad, tras ello, procedían a tirar abajo la puerta de una patada, y se ponían a disparar con sus rifles automáticos de forma indiscriminada. Es como si mi cuerpo hubiera reaccionado automáticamente bajo un aprendizaje por asociación estímulo-respuesta. Cuando finalmente se encendió de nuevo la luz, presencié cómo igual que yo muchos de los lugareños se habían echado al suelo. Al resto de japoneses que me acompañaban, ignorando el trasfondo de esta acción, les resultó de lo más peculiar.

Incluso en mi caso, que solo había visitado El Salvador en varias ocasiones para mis reportajes, con esta acción fui consciente de que también era víctima del trauma. Las secuelas psicológicas en la población local, sin duda, era más de lo que cualquiera pudiera imaginarse. En el Centro de Rehabilitación recibían tratamiento cerca de 150 niños que de repente por la noche salían aterrados de sus casas por los problemas mentales con los que cargaban. Yo deseaba que aquellos niños que tenían grabado a fuego en sus corazones el terror de los bombardeos y las balaceras, obtuvieran una estabilidad en su vida y mental. Y no podía más que anhelar que los beneficios de la producción del excelente café salvadoreño fueran destinados a fines como este.

A los caficultores, en cuyos corazones albergan la tristeza de la muerte de sus familiares, les sigue persiguiendo el terror de la guerra civil, pero aun así, ellos siguen a diario yendo a los cafetales, a trabajar con tesón los granos de café. Así que cuando yo leo la etiqueta de origen de El Salvador en algún café, lo bebo con calma y tranquilidad mientras rememoro el corazón de los salvadoreños.

*Fotografía de ancho completo: These El Salvadoran FMLN guerrillas demobilized in Chalatenango, for the Peace Accords with the government in 1992. / scottmontreal

Photo: ICRC
Spacer

Periodista internacional

Chihiro ITO

Periodista internacional, nacido en la prefectura de Yamaguchi en 1949 y graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Tokio. De estudiante trabajó como voluntario internacional para cortar caña de azúcar en Cuba. Investigó al “pueblo romaní” —pueblo nómada de Europa del Este— como líder de la expedición de investigación de los “Gitanos” en la Universidad de Tokio. Se incorporó al periódico Asahi Shimbun en 1974, donde fue jefe de las oficinas de Sao Paulo, Barcelona y Los Ángeles. Fue miembro del equipo redactor fundador de la revista del mismo periódico: AERA, cubriendo la revolución de Europa del Este. Se jubiló en septiembre de 2014 y ahora es copresidente de la ONG “Grupo para Paz con Ticos y Ticas”. Hasta ahora ha hecho entrevistas en 82 países.
Su sitio web oficial es https://www.itochihiro.com/