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El café suave de un país de violencia desenfrenada - La melancolía de Colombia
Colombia, puerta de entrada a América del Sur, además de su afamado café, ofrece una infinidad de atractivos productos locales. El oro, la esmeralda, las drogas, las orquídeas... Todos estos productos tienen en común que cautivan el corazón de las personas hasta niveles inimaginables, incluso en el grado de llegar a desencaminar sus vidas. Mientras que el café colombiano es famoso por ser un café suave, la sociedad de Colombia ha sido dirigida por olas de violencia. Actualmente, Colombia es el único país de América Latina en el que continúa activo tanto el conflicto armado interno, como la presencia de grupos guerrilleros resultantes de la confrontación política. A todo esto se le suma la presencia de los cárteles de la droga. Este espantoso mundo es el mismo país que plasmó el escritor colombiano, ganador del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. ¿Cómo fue que surgió un café suave en un país sumido en la violencia?
El reino del café que llegó con retraso
Se relata que Gabriel Mathieu de Clieu, oficial de la Marina francesa, se llevó unos cafetos desde África hasta América Latina. Este oficial también transportó en su velero hasta la colonia francesa de la Martinica árboles cultivados en cierto jardín botánico de París. En el periodo de dos meses que duró su travesía por el Océano Atlántico, el velero fue sacudido por las fuertes tormentas, y atacado por los piratas. Es una historia conmovedora de la que se cuenta que el viento dejó de soplar durante más de un mes, dejando al velero varado en medio del océano. Pero que aun así, para que no perecieran, Gabriel Mathieu de Clieu siguió regando las plántulas de café con la escasa agua potable que le quedaba. Independientemente de en qué medida sea esta historia cierta, las plántulas arraigaron en la Martinica, y en el año 1726, se dio con éxito la primera cosecha.
La llegada de los cafetos a Colombia se produjo 6 años más tarde, en el año 1732. De acuerdo con el libro “El Orinoco ilustrado y defendido”, escrito por el misionero jesuita Joseph Gumilla, el primer cafeto se plantó en el jardín de un convento ubicado en la confluencia de dos ríos. También se cuenta que el siglo XIX tras haberse promulgado en cierta diócesis el deber de los feligreses de plantar cafetos en la diócesis del misionero para la expiación de sus pecados, que los cafetos se extendieron de forma súbita en el territorio. Probablemente, los creyentes católicos locales fueran grandes pecadores en la época.
Aun así, la cantidad de café producida en Colombia no era tan cuantiosa en comparación con potencias cafeteras con una posición consolidada, como la vecina Brasil y Costa Rica en Centroamérica. No fue hasta la década de 1870, cuando la producción de café de Colombia aumentó lo suficiente como para alcanzar el estándar global, gracias al aumento de la capacidad de compra de los consumidores en Occidente, y a la bajada de los costes de exportación resultante de la revolución tecnológica. La estrategia tomada por Colombia, que se sumó tarde a la industria del café, fue la de producir café de tan alta calidad como el de Costa Rica, y en tanta cantidad como Brasil.
La mayor ventaja de Colombia es contar con una enorme superficie idónea para el cultivo de café. Colombia se ubica en el extremo norte de la Cordillera de los Andes, que recorre de norte a sur todo el continente sudamericano, y a su vez se divide en tres cordilleras. Este relieve con tantas pendientes alpinas es ideal para su uso como zonas de cultivo de café. Se consideran como condiciones ideales que debe cumplir un terreno para el cultivo de café: una altitud de entre 800 y 1900 metros, una temperatura de entre 17 y 24 grados centígrados, así como unas precipitaciones de entre 1500 y 2000 milímetros. Todas estas son características que presenta una extensa superficie del terreno nacional de Colombia.
En la vecina Brasil, por la gran extensión de su territorio, los cafetales también son extensos, pero esto hace que los trabajos suelan ser menos delicados. Lo habitual en Brasil era que el cultivo de café también fuera disperso, y que se cosecharan mezcladas las cerezas de café maduras con las pendientes de madurar. Mientras que en Colombia, como el café es cultivado en las empinadas laderas de sus altas montañas, los cafetos quedan expuestos al frío y crecen paulatinamente con el paso de tiempo, con un crecimiento prácticamente igual. Y además, los caficultores colombianos se esfuerzan por recoger a mano una a una solo las cerezas de café maduras.
Es por esto, que Colombia ha logrado un café de una calidad mucho mejor que el de Brasil. Por supuesto, el café colombiano tuvo una buena acogida por parte de los consumidores. La producción de café aumentó de manera súbita, y en la década de 1910, Colombia ya se había convertido en el segundo mayor país productor de café del mundo, tras Brasil. En ese entonces, se llegó a decir que en Colombia se había desatado un entusiasmo tal como para llenar el país entero de cafetales.
Todas las pérdidas en la producción de café sufridas por Brasil, por daños como los causados por las heladas, se traducían en un aumento de las ventas del café colombiano en el mercado internacional. En varias ocasiones se experimentó un boom del café, y en todas ellas se aumentó la producción del café colombiano, gracias a la cual se consolidaron con una firma posición en términos tanto de calidad como de cantidad en el mercado internacional.
La Federación Nacional de Cafeteros de Colombia
El movimiento para aumentar la producción en Colombia no fue dirigido de forma gubernamental, sino por una entidad privada. Esto es algo único de este país. Tanto en Brasil, como en Costa, la producción de café fue liderada por sus gobiernos y posicionada como un pilar de sus economías nacionales. Sin embargo, en Colombia, a iniciativa de los propietarios de los cafetales y los comerciantes de café se formó la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC). Esto fue en el año 1927.
Esta es una organización similar a una cooperativa agrícola que abarca prácticamente a todas las partes implicadas en el café. La Federación Nacional de Cafeteros ofrece todas los servicios desde el cultivo del café hasta la logística en su envío. Además, garantiza a los caficultores que les van a comprar sus granos de café a un precio determinado, de modo que los productores pueden estar tranquilos y dedicar todos sus esfuerzos a la producción. La Federación Nacional de Cafeteros en una asistencia integral se encarga desde la formación tecnológica destinada a los agricultores, la investigación y desarrollo del café, el control de calidad, la construcción de hospitales y escuelas regionales, la construcción de carreteras, hasta velar por la mejora de la vida y el bienestar de los agricultores. En la actualidad hay más de 500.000 miembros federados.
Los caficultores entregan los granos de café cosechados a la Federación Nacional de Cafeteros, y ellos se encarga de los trámites para su exportación. A los caficultores, de los ingresos, se les entrega un tercio se entrega en dinero en efectivo, y el otro tercio en forma de crédito. Mientras que el tercio restante de los ingresos se lo queda la Federación Nacional de Cafeteros como fondo operativo. También, la organización retiene a los caficultores el impuesto al café, y lo paga en su lugar al estado colombiano.
En países de todo el mundo existen organizaciones cafeteras, sin embargo, no existe ninguna otra organización privada de tal envergadura. En el momento de su fundación, el café representaba el 60 % de las exportaciones nacionales de Colombia. La Federación Nacional de Cafeteros también ejerce una enorme influencia sobre el gobierno y la sociedad colombiana, tanto que se llegó a decir que tras el presidente de la República de Colombia, el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros era quien poseía mayor poder en el país.
La Federación Nacional de Cafeteros también desarrolla un gran número de actividades para el bienestar de la población colombiana, en ámbitos a los que no llega el estado. Una de las historias que suelo contar es lo que viví en la devastadora tragedia de Armero del año 1985. El volcán Nevado del Ruiz, de 5396 metros de altitud, entró en erupción, y a causa de los flujos piroclásticos se fundió toda la nieve que lo cubría, provocando una avalancha de lodo, que cubrió por completo los cafetales, y sepultó en lodo a las localidades a los pies del volcán. Las víctimas totales excedieron las dos decenas de miles.
Yo, que en aquel entonces era corresponsal del periódico Asahi Shimbun, de inmediato me trasladé al lugar de la tragedia. Al aproximarse el avión en el que volaba a Bogotá, surgió una enorme columna de humo con forma de hongo sobre las nubes. El azufre de fétido olor penetró en el interior del avión, nublando todo el interior, tanto que nos dolía la vista. En el aeropuerto en el que aterricé en Colombia, me subí a bordo de un avión de búsqueda y rescate del ejército colombiano, en el que nos trasladamos hasta la base de la Fuerza Aérea Colombiana, ubicada a unos 200 kilómetros. Me incorporé en un rincón en un helicóptero de la Fuerza Aérea Colombiana, que transportaba suministros de emergencia, y volamos hasta una población ubicada a unos 80 kilómetros. Una vez llegamos, me subí en el remolque de una camioneta, en la que recorrimos 16 kilómetros. La población de Armero a la que llegamos estaba sepultado por el lodo.
La Federación Nacional de Cafeteros de inmediato organizó una brigada de rescate, transportó un gran número de camas a la cooperativa agrícola más cercana al lugar de los hechos, y montó un hospital de campaña. La congregación inmediata de personal médico y enfermería llegado de todas partes del país fue gracias a la veloz acción liderada por la Federación Nacional de Cafeteros. También brindaron su ayuda equipos de asistencia médica de emergencia llegados de todo el mundo. Entre los afectados por la tragedia de Armero, había una chica de 21 años que presentaba unas lesiones como si se hubiera cortado en el rostro y en los brazos con una escofina. La chica había quedado atrapada durante toda una noche en medio del lodo, hasta que fue finalmente rescatada por la Federación Nacional de Cafeteros.
El surgimiento de una marca
La Federación Nacional de Cafeteros también desarrolló una estrategia diplomática que superó con creces a la del gobierno colombiano. Estados Unidos, en ese entonces el mayor consumidor de café del mundo, compraba los granos de café tan baratos como le fuera posible a los países productores de café. Los países caficultores no estaban organizados, debido a tener entre ellos una relación de competencia, de modo que no les quedaba otra que aceptar el precio de compra presentado por los países consumidores. Fue entonces, que la Federación Nacional de Cafeteros propició acercamientos con Brasil, que se tradujeron en la firma de un acuerdo en la cantidad de producción y el precio del café.
Este acuerdo se amplió a otros países de América Latina en el año 1957, surgiendo como un cartel de café para América Latina. Gracias a estos acuerdos los países productores de café se alzaron en una posición de igualdad de trato con los países consumidores. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC), que aúna a las potencias productoras de petróleo, fue fundada en el año 1960. Tres años antes de ello, ya era realidad una federación de países productores de café.
En esa época, la Federación Nacional de Cafeteros llegó a la conclusión de que debía de dar a conocer en los países productores al café colombiano, como un café diferente al del resto de países latinoamericanos. Fue entonces cuando se les ocurrió el personaje de Juan Valdez. Un hombre de marcado bigote, ataviado del sombrero y del poncho blanco propios de los caficultores colombianos, acompañado de su burro que carga los sacos de granos de café. Es decir, la imagen de un sencillo caficultor.
Un anuncio promocional en vídeo que presentaba a Juan Valdez se emitió en los Estados Unidos. En un principio, Juan Valdez era representado por actores. Hoy día, la tercera persona que caracteriza a Juan Valdez es auténtico caficultor. Esta estrategia publicitaria fue un gran éxito. En las repetidas crisis del café, a pesar de que otros países productores de café se han visto obligados a bajar su precio de venta, el café colombiano ha sido una excepción que ha podido mantener su estándar de precio. La imagen de Juan Valdez, acompañado de su burro, con la cordillera de los Andes al fondo, está registrada como marca. Esta es una garantía de que el café que lo acompaña es café 100 % producido en Colombia.
Esta estrategia de marca continúa hoy día. La Federación Nacional de Cafeteros somete a todos los granos de café que recogen a un estricto control de calidad. De entre estos, el 1-3 % de mayor calidad son clasificados como café de excelencia y se comercializan en todo el mundo bajo la marca Emerald Mountain. En una referencia a las esmeraldas de brillante verdor. Pues, Colombia también es la mayor región productora de esmeraldas del mundo. En este sentido, lo han sabido conectar muy bien con el café. Han creado la lujosa imagen de una gema que se bebe.
La sociedad del café plasmada por el escritor Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez plasmó en sus escritos la realidad de la sociedad cafetera de Colombia de la década de 1950. Por ejemplo, en la crónica “Cómo ve José Dolores el problema cafetero” recogida en el compendio “Crónicas y reportajes (1976)”. García Márquez recoge el testimonio de Arístides Gutiérrez, un pobre caficultor, que tenía una plantación de treinta cafetos a las afueras de Bogotá. Aun así, el café no le era suficiente como para alimentar a su madre y sus dos hermanas menores, por lo que además de cultivar plátanos y guisantes, trabajaba en la recogida de café en una finca ubicada a varios kilómetros.
El periodista le cuenta sobre la bajada de precio del café en Nueva York. El caficultor Arístides Gutiérrez le responde que almacenará sus granos de café hasta que se recupere el precio, y desolado cuenta que este año se quedará sin trabajar en la recogida de los granos de café, y que será incapaz de devolver los préstamos asumidos.
En la misma Bogotá, el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros y el ministro de Hacienda conversaban sobre qué medidas tomar. El tema de conversación de la población colombiana no era otro que el precio de mercado del café. El agente en Nueva York de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, Andrés Uribe, autor de diferentes libros sobre el café, estaba pensando en cómo promover la popularidad como bebida del café colombiano entre los estadounidenses.
En medio de esta situación de crisis, un lustrabotas se alegraba de la bajada del precio café. Para él en esa época en la que todo no dejaba de subir, que el café bajara de precio, era motivo de celebración: “Así volverán a vender tinto a cinco centavos”. Y con este testimonio se da fin a la crónica de Gabriel García Márquez.
Según la RAE, de forma coloquial el término “tinto” significa “Que está manchado o teñido”. En España, el término “tinto” hace referencia al vino de color rojo oscuro, sin embargo, en Colombia, hace referencia al café negro servido en una taza. En Colombia, cuando uno quiere pedir un café en una cafetería, lo que pide es un tinto.
Por desgracia, el sabor del tinto que se sirve en las ciudades de Colombia no es para nada bueno. El café de máxima calidad se exporta a fuera del país, mientras que en Colombia solo se comercializa café de grado inferior. Esto es algo que se podría decir que ocurre en prácticamente todos los países exportadores de café latinoamericanos.
La producción de café de Colombia se sustenta en caficultores pobres como Arístides Gutiérrez. La mayoría de caficultores son campesinos de subsistencia, o pequeños caficultores en situaciones algo menos desfavorables.
El clima de violencia
A pesar de que Colombia triunfó en implantar la imagen de que su café es un delicioso café suave, la realidad es que su sociedad está sumida en la violencia.
Tras su independencia de España, en Colombia se vivió una continuada confrontación entre el Partido Conservador Colombiano (PCC), que priorizó ejercer la autoridad y el control, y el Partido Liberal Colombiano (PLC) de corte revolucionario. Esta confrontación escaló hasta llegar a un conflicto armado, en la Guerra de los Mil Días que duró tres años desde el año 1899, fallecieron más de cien mil personas. En el año 1948, se produjo una revuelta en Bogotá a raíz del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, que escaló en el conocido como el periodo de La Violencia en el que la sangre se pagaba con sangre, y que se prolongó durante otros diez años.
Los dos bandos llegaron a un acuerdo para su reconciliación, sin embargo, hubo grupos que se salieron del acuerdo y formaron diferentes grupos de guerrilla de izquierdas. Asimismo, se desarrollaron repetidos conflictos armados entre las tres principales guerrillas de izquierda: la de corriente soviética, la de corriente cubana y la de corriente maoísta. En el año 1985, una semana antes de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el comando de guerrilleros del Movimiento 19 de abril tomó el Palacio de Justicia, y mantuvo como rehenes a magistrados de la corte.
El Ejército Nacional de Colombia activó una acción de retoma, y atacó el Palacio de Justicia con disparos de tanques y misiles. El Movimiento 19 de abril confrontó con todas sus fuerzas al ejército nacional. El asalto se saldó con la muerte de un total de 115 personas: 11 magistrados, 48 soldados y 60 civiles. En una visita al lugar de los hechos, se podía observar los boquetes resultantes de los bombardeos en la fachada de la Corte Suprema de Justicia de Colombia. Habiendo rehenes, lo normal hubiera sido que el ejército se controlara un poco. A mí este gran despliegue de fuerzas me dejó perplejo.
En ese mismo periodo de la historia, surgió también en Colombia el mayor cartel del mundo. El cartel de Medellín, con presencia en la ciudad homónima, capital del departamento de Antioquia, estuvo liderado por Pablo Escobar. Este líder del narcotráfico fue clasificado en el año 1989 como la séptima persona más rica del planeta tierra. Escobar encargó de comprar a jueces y congresistas, consolidándose con un territorio de poder en el que ni siquiera el gobierno era capaz de actuar. Pablo Escobar logro una gran popularidad entre la ciudadanía gracias a acciones para el pueblo como la construcción de hospitales, escuelas, e incluso zoológicos. Mientras que en el otro lado del país, operaba el cartel de Cali en la ciudad homónima, capital del departamento de Valle del Cauca. El conflicto por el control del narcotráfico entre los cárteles de Cali y Medellín resultó en una lucha a muerte, que llegó a involucrar al Ejército Nacional de Colombia y a la Policía Nacional de Colombia.
Colombia quedó sumida en la violencia. El mundo fantástico de las obras de Gabriel García Márquez es la realidad de Colombia. Un suave café producido en una tierra manchada de sangre. Yo quiero pensar que este apacible café es la cristalización de los deseos de la población colombiana que solo anhela vivir en paz.
*Primera Fotografía de ancho completo: Ryan Anderton